Esta historia es muy interesante. En aquel tiempo era muy frecuente tratar de
reservarse el derecho de primacía en cualquier descubrimiento sirviéndose de un
original artificio. Cuando llegaba a descubrir algo que aún necesitaba de
confirmación posterior, el hombre de ciencia, por temor a que otro se adelantara,
recurría a la ayuda de anagramas (transposiciones de letras): comunicaba
sucintamente la esencia de su descubrimiento en forma de anagrama, cuyo
verdadero sentido era conocido sólo por él mismo. Si el hombre de ciencia no tenía
tiempo de confirmar su descubrimiento, podía demostrar su prioridad en el caso de
que apareciera otro pretendiente. Cuando finalmente se convencía de la legitimidad
del hallazgo original, descubría el secreto del anagrama.
Observando con su imperfecto telescopio que Saturno tenía cerca algún cuerpo
agregado, Galileo se apresuró a “patentar” este descubrimiento e hizo público el
siguiente juego de letras.
Smaismrmielmepoetaleumibuvnenugttaviras
Adivinar lo que se esconde tras estas letras es totalmente imposible.
Naturalmente, se pueden ensayar todos los cambios de lugar de estas 39 letras y de
este modo descifrar la frase que proponía Galileo; pero eso exigiría realizar un
trabajo enorme. Quien conozca la teoría combinatoria puede calcular el número
total de las distintas permutaciones (con repetición) posibles. Son
Este número está formado aproximadamente por 35 cifras (recordemos que el número de segundos de un año ¡está formado sólo por 8 cifras!). Se ve claramente
lo bien que Galileo se aseguró el secreto de su hallazgo.
Un contemporáneo del sabio italiano, Kepler, con paciencia incomparable, dedicó
muchos esfuerzos a descubrir el sentido oculto de la comunicación de Galileo, y
creyó haberlo logrado luego de eliminar dos letras del mensaje publicado por
Galileo, formando esta frase en latín:
Salve, umbistineum geminatum Martia proles
(Os saludo, hijos gemelos de Marte)
Kepler quedó convencido de que Galileo había descubierto los dos satélites de Marte
cuya existencia él mismo sospechaba (en realidad, fueron descubiertos dos siglos y
medio después). Sin embargo, el ingenioso Kepler esta vez no llegó a la verdad.
Cuando Galileo dejó finalmente al descubierto el secreto de su comunicación resultó
que la frase, luego de eliminar dos letras, era la siguiente:
Altissimum planetam tergeminum observavi
(Observé triple el más alto de los planetas)
Por la escasa potencia de su telescopio, Galileo no podía explicarse el verdadero
significado de esta “triple” aparición de Saturno, y cuando pasados algunos años
estos agregados laterales del planeta desaparecieron completamente, Galileo creyó
que se había equivocado y que Saturno no tenía ningún cuerpo agregado.
La gloria de descubrir los anillos de Saturno le cupo medio siglo después a Huygens. A semejanza de Galileo, no publicó inmediatamente su descubrimiento,
sino que ocultó su hallazgo en escritura cifrada:
Aaaaaaacccccdeeeeeghiiiiiiiiiiimmnnnnnnnnnnooooppqrrstttttuuuu
Pasados tres años, convencido de la validez de su descubrimiento, Huygens aclaró el
sentido de su comunicación:
Annulo cingitur, tenui, plano, nusquam cohaerente, ad eclipticam inclinato.
(Rodeado por un anillo delgado, aplastado, que no lo toca en ninguna parte,
inclinado sobre la eclíptica).
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